Por Héctor José coredor Cuervo
Bella ciudad
de casas coloniales
con arcadas donde vive el amor,
aromadas con blancos azahares
y adornadas con sol en resplandor.
Bajo frondas de ceibas y samanes
que protegen del astro abrasador,
se siente la amistad que a visitantes
ofrece un pueblo colmado de honor.
De arrozales cargados de alimento
como palomas vuelan ideales
de gente noble y de la Patria ejemplo
que cosecha riqueza entre humedales.
En la represa de aguas cristalinas
que llegan de lo alto de la montaña,
nadan las ilusiones cual ondinas
que brotan como flores de su entraña.
Como el
lucero, la luna y las estrellas
que cuelgan de azulado firmamento,
se ven resplandecer mujeres bellas
que orientan a los hombres con talento.
¡Oh! Yaguará por mi Dios bendecida!
donde se halla la paz tan anhelada,
quisiera allí pasar toda la vida
y gozar con su aroma en la alborada.
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