Por Hector José Corredor Cuervo
Cerca de las estrellas, del sol, de la luna
arropada con mantos de brisa y neblina,
solitaria duerme la sagrada laguna
donde liban dioses el agua cristalina.
En los
espejos de su entraña se reflejan
bellas deidades con rostro de fantasía,
que con sagacidad a visitantes
muestran
su sonrisa inmortal colmada de alegría.
De azulado firmamento cuelgan Xué y Chía
con mirada dulce y con fúlgida aureola,
para alumbrar al universo noche y día
mientras juegan alegres con tranquilas olas.
En los juncales se arrastran cual la serpiente
Bachué y
un niño, como símbolo de amor,
quienes colmaron el universo de gente
y heradon a los Muiscas
el gran esplendor.
En sus riberas
se recuesta Cuchaviva
con luminoso iris de múltiples colores,
el cual aminora el dolor de las heridas
transformadas por las lluvias en erosiones
De la
entraña salen finos hilos de
plata
que recorren solos las lúgubres pendientes
para saciar la sed de la tierra escarlata
que muere de sequía en todas sus vertientes
¡Oh! grandiosa Laguna Sagrada de Iguaque!
templo de adoración de noble raza muisca
yo quiero que
alumbre por siempre el sol del Zaque
y refleje
su lumbre a un gran pueblo altruista.
*Cuenta la leyenda muisca que al
principio de los tiempos Bachué o la Fecundidad, salió de la Laguna de Iguaque
con un niño de tres años. Bajaron de la montaña a la llanura donde donde
vivieron hasta que el niño se hizo mayor. Luego se casaron y como Bachué era
muy fértil tuvieron numerosos hijos, los cuales fueron a los cuatro extremos
del mundo y en todas las tierras que recorrieron dejaron descendencia. Posteriormente cuando ya toda la tierra
estaba poblada Bachué y su esposo regresaron a la Laguna Sagrada y se convirtieron en serpiente.
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