domingo, 21 de octubre de 2012

ESTATUAS DE SAN AGUSTIN



Por Héctor José Corredor Cuervo

En majestuosa meseta

cerca al llano de matanzas,

con gramíneas adornadas

y arropadas con tristeza,

lloran estatuas sagradas

esculpidas con destreza

a golpes de una almadana

para mostrar la grandeza

de una tribu milenaria

bajo lampos de belleza.



De pie se sostienen templos

de granito y de areniscas

que gritan desde aposentos

al talante de los artistas,

que construían sin los cimientos

cual pirámides egipcias

sin utilizar cemento

con enseñanzas fenicias

los dólmenes sin sustento.



Estos guardan el silencio

de casta privilegiada

que reflejo el sentimiento

al comenzar la alborada,

con arte y con gran talento

en esa tierra sagrada

donde se ve el firmamento

cual necrópolis dorada.



Las estatuas representan

a personajes reales,

con las armas empleadas

y trajes sacerdotales,

las cuales son admiradas

con respeto por mortales

que visitan la explanada

y sus caminos reales.


Las efigies deformadas

son de unas divinidades

las que fueron invocadas

para sanar enfermedades

que no podían ser curadas

por los brujos especiales.



El águila, la serpiente,

la lechuza y la gran rana

eran dioses permanentes

de real cultura sana

que sentía la corriente

de los vientos y del agua

en el cuerpo penitente

en su viaje con el alma.



Quien conoce el cementerio

de San Agustín viviente,

podrá palpar el misterio

del origen de la gente

que tuvo un grandioso imperio

en todo este continente,

el cual escribió la historia

de una raza transparente

que logró alcanzar la gloria

de manera inteligente.





























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