domingo, 21 de octubre de 2012

A LA TIERRA OPITA



Por Héctor José Corredor Cuervo

El día en que Dios pensó en  paraíso de mortales
con gran variedad de flores, de clima y  de riqueza,
con agua en abundancia para formar los raudales
creó esta tierra opita de tan singular belleza.

Al ambiente lo colmó con aromas naturales
de nardos, de azaleas, de jazmines, de magnolias,
de lindas flores de mayo y de blancos azahares
para perfumar el alma entre las brisas eolias

A sus grandes extensiones las llenó de arrozales
con las espigas doradas cargadas de alimento
y en labranzas pequeñas plantó bellos platanales
que sirven a habitantes como base del sustento.

Allí puso al pueblo opita cargado de  ideales,
lo llenó de transparencia y de una fina nobleza
como agua cristalina nacida en los pajonales
que corre a borbotones con afán y con pureza.

A senderos  y  veredas  los tapizó con  guaduales
que sollozan de dolor cuando se les hiere el alma,
que sienten la agonía  cuando secan  manantiales
y ríen  de alegría cuando se siente la calma.

A los aires los llenó con sonidos celestiales,
con notas  de guitarras, de tiples y de tambores,
con trinos de las mirlas, de toches y de turpiales
que sirven de inspiración a todos los trovadores.

A las tardes Él cubrió con  hermosos arreboles,
esos que hacen anhelar con el sosiego  del mundo
cuando se ven las bandadas de alegres animales
que surcan en lejanía desconociendo el  rumbo.

En caminos permitió los mitos más infernales:
El  Hojarasquín, El Poira, El Taitapuro,  El Mohán...
que se inventaron nativos en tiempo inmemorable
para asustar  los incautos e infieles que se van.

Esta es  tierra del Huila de godos y liberales,
de izquierdas y derechas, la tierra de promisión,
la que Dios nos entregó con recursos naturales
para quererla por siempre con todo el corazón.







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