miércoles, 16 de febrero de 2011

A COLOMBIA






















Por Héctor José Corredor Cuervo

Pedazo de América con bella piel morena
que descubrió Colón en su osada aventura,
que sale de las aguas con cuerpo de sirena,
para mostrarle al mundo toda su hermosura.

Con la cara adornada cual flor de primavera
y con brazos abiertos a quien pisa su suelo
se exhibe muy coqueta en el sur de primera
con sus senos desnudos erguidos al cielo.

En toda su extensión de riqueza grandiosa
brota de sus entrañas la esmeralda, el oro,
el platino, la plata, el mineral valioso
que hicieron del ansioso codiciado tesoro.

En selvas tropicales embrujadas y extensas
habita el tigre, el mono, el jaguar y la pantera;
gran cantidad de aves de una variedad inmensa,
pintadas por mi Dios sin el lápiz ni acuarela.

En sus fértiles tierras de sol agricultor
crecen con rapidez las semillas en bonanza
y el alma de su gente que tiene sed de amor
muestra al forastero la ilusión y la esperanza.

De sus grandes montañas y de las cordilleras
se ven brotar las aguas que lleva en sus venas;
en la inmensa llanura y en las verdes praderas
florecen ilusiones y se olvidan las penas.

Bajo su domo azul de infinita belleza,
adornado con nubes cual copos de algodón,
se extienden mantos verdes de la naturaleza
que llevan a su entraña los hombres de ambición.

La raza es orgullosa de su sangre mezclada
de indios, de españoles, de alemanes, de negros,
de árabes, de judíos en un crisol tostada,
sin soportar jamás el yugo o los peligros.


Su suelo es cuna de héroes, de mujeres valientes,
blasón del nuevo mundo con grandeza en historia;
su tierra es el Olimpo de gentes florecientes
que rompieron cadenas llenándose de gloria.

Colombia es tierra noble, una tierra con alma,
es un rincón sagrado, donde se habla con Dios,
donde se pide la paz, donde se ama la calma
para que los nietos puedan seguir en pos.

Quiera Dios que pronto se termine ésta guerra,
que germinen semillas de esperanza y amor,
que se vuelva a cultivar amistad en su tierra
y que pronto se acaben los miedos y el rencor.

Quiera Dios se vuelvan a contemplar las estrellas,
a pescar en las noches sin redes de pavor,
a sembrar con canciones en surcos las semillas,
sin esconderle al mundo las gotas de dolor.

Quiera Dios se silencie el ruido de las metrallas,
que se acaben miembros mutilados por pasión,
que se derrumben odios y también las murallas,
y que entonemos todos el himno de la unión.

15 de junio de 1999.

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